De su propia medicina
Justo cuando se creía que el 2021 vendría a calmar todo lo acontecido en el 2020, viene a sorprendernos lo sucedido en la nación estadounidense con la toma del Capitolio por parte de grupos de ultraderecha y seguidores del aún presidente Donald Trump.
El congreso de los Estados Unidos de Norteamérica llevaba acabo la aprobación de la victoria de Joe Biden como el nuevo presidente del país cuando grupos civiles, alentados por Trump, entraron para detener el proceso.
La imágenes de lo que sucedía en aquel país dieron la vuelta al mundo y tanto quienes no daban cuenta de que un evento así sucediera en la mayor potencia del mundo y los que creían que al fin los Estados Unidos estaban recibiendo una cucharada de su propia medicina se llegó a creer en un golpe de estado grave para la libertad norteamericana; aunque lo cierto es que pareció un atentado bastante tibio.
A lo largo de la historia del siglo XX hemos sido testigos de las intervenciones de Estados Unidos en distintas naciones –en especial en Latinoamérica– y de las formas para conseguir su cometido: bombardeos a civiles, toma de embajadas o aduanas y asesinatos de gente inocente, activistas o líderes políticos.
No quiero decir que lo sucedido en Estados Unidos se tome a la ligera, porque si algo demostró este levantamiento en el congreso de aquella nación es el ánimo escondido de grupos intolerantes y violentos bajo el resguardo de instituciones o sujetos políticos. La ultraderecha sigue viva y latente en distintas regiones del planeta.
Sí, fue crítico lo que se vivió en los Estados Unidos, pero esto ha pasado con consecuencias más graves en los países que visita la potencia del norte, siempre prometiendo una libertad condicionada e impuesta a la fuerza.
